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viernes, 1 de febrero de 2008

La Escalera

LA ESCALERA

Ella se empinó todo el degradé de un trago. Ese de mármol que empieza en el más flagrante blanco. Blanco luz día. Y termina en el piso de arriba en un azul marino casi negro, entre las brumas de la antesala.

Cuando iba por los escalones gris muy claro todavía, se abrió la puerta de calle por segunda vez, y supo que había entrado él. Podía vibrar su presencia, aún sin darse vuelta. Sus movimientos se hicieron más insinuantes. Ella sentía exquisitamente, cómo el deseo de él, bastaba para que su cuerpo volviera a pasar del mundo de lo desencarnado al mundo de lo encarnado.

No sólo tornearon sus piernas, también los ojos del hombre le hicieron recordar gozosamente dónde terminaba su espalda. Ese estremecimiento que nace en la nuca, y termina entre las piernas, casi como un vértigo eléctrico y delicioso, la puso tibia y húmeda.

No pudo evitar pensar si estarían solos o si habría alguien más. Ella creía haber renunciado a todo goce. El simple sonido de la puerta de calle la había estremecido. Por un lado se sintió de nuevo entre los vivos. Por otro la aterró que la zozobra del deseo nunca satisfecho terminara por aniquilarla.

Por fin se internó en la espesura. Sus ojos se clavaron en la filigrana que se proyectaba en el piso, alquimia de reja, ventanal y luces callejeras.

Mezcla de sensaciones intensas. Se dejó soltar, le dijo basta al pánico. Y Dios? Y la culpa del después?. Cómo conjurar ese caleidoscopio; quería conjurarlo?. Se dio cuenta que el motor de su vida eran las ganas del deseo, que la hacían pendular eternamente del infierno al paraíso.

Ciclos y giros. Lo sensible y lo sensual. La libertad: un don? Una maldita condena? Una bendita gracia?. Al bajar la cabeza, su nuca había quedado completamente expuesta. Ese aliento sobre su desnudez tenía un ritmo inconfundible. Sintió al varón plantado por detrás, dedos trémulos sobre su ombligo desabrochando sensaciones, despertando algo que empezó como un hormigueo y se desató en voracidad caníbal.

Ese otro corazón, turgente y pulsátil, que los hombres llevan aprisionado detrás de la bragueta le recordó de manera más contundente, y por segunda vez, dónde terminaba su espalda. El botón del éxtasis que las mujeres atesoran entre sus piernas llegó esta vez al borde del estallido.

No había caso, no podía dejar de encaramarse a cada nueva ola, esas que al gestarse prometen placeres inefables. Terrores quizás más inefables aún. No podía sino seguir. Estaba fascinada por el fenómeno de lo que ella llamaba la VIDA, con toda su crudeza, con todo su espanto y con toda la maravilla que encierra.

El deseo solía hacer que su brújula enloqueciera, sus instintos más felinos se eclipsaran. Sus intuiciones fueran dudosas. Se sentía exhausta .Y sin embargo esa embriaguez era irrenunciable. Quizás algún día pudiera ser redimida por una suerte de milagro: el azote divino y azul, eternamente temido, tan temido como desesperadamente necesitado.

6 comentarios:

el_iluso_careta dijo...

BUENISIMO...ME GUSTO...DESDE SIEMPRE...

Pildusky dijo...

Perdone Iluso, si me repito. Sucede que cerré mis otros espacios y quiero tener todo en uno.
Ya subiré cosas nuevas...
Igual se agradecen sus comentarios!!!
Después me pasa la dire de su nuevo blog, o en el cual colabora?

A do outro lado da xanela dijo...

Delicado y musical, suave y profundo...

Me ha encantado.

Un saludo!

babylonia dijo...

Cómo no sentirme VIVA en los brazos de un hombre!
Exquisito relato Pildus!

Pildusky dijo...

A outro lado da xanela: muy linda tu visita... siempre sos bienvenida!

Pildusky dijo...

Gracias Baby!!! tiene unos años, pero lo quise compartir en el blog!
besos