
MOUSSA AG ASSARID
Escritor tuareg, defensor de los pastores
VÍCTOR-M. AMELA - La Vanguardia 01/02/2007
No sé mi edad: ¡nací en el desierto del Sahara, sin
papeles...! Nací en un
campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al
norte de Mali. He sido
pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi
padre. Hoy estudio
Gestión en la Universidad Montpellier-1. Estoy
soltero. Defiendo a los
pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo
Qué turbante tan hermoso...!
- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara
en el desierto cuando
se levanta arena, y a la vez seguir viendo y
respirando a su través.
- Es de un azul bellísimo...
- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por
esto: la tela destiñe
algo y nuestra piel toma tintes azulados...
- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros
pigmentos naturales.
El azul, para los tuareg, es el color del mundo.
- ¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de
nuestra casa.
- ¿Quiénes son los tuareg?
- Tuareg significa abandonados,porque somos un viejo
pueblo nómada del
desierto, solitario, orgulloso: señores del
desierto,nos llaman. Nuestra
etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el
tifinagh.
- ¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas.
Pero la población
decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para
que sepamos que
existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por
preservar este pueblo.
- ¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos,
vacas y asnos en un
reino de infinito y de silencio...
- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido
de tu propio corazón.
No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva
con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de
mi padre. Ellas nos dan
leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua
y hierba... Así hizo
mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No
había otra cosa en el
mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
- ¿Sí? No parece muy estimulante...
- Mucho. Alos siete años ya te dejan alejarte del
campamento, para lo que
te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire,
escuchar, aguzar la
vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a
dejarte llevar por el
camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
- Saber eso es valioso, sin duda...
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas
cosas, ¡y cada una tiene
enorme valor!
- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes,
¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad.
Cada roce es valioso.
¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de
tocarnos, de estar
juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser,¡porque cada
uno ya es!
- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a
Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto... ¡En el
desierto sólo se corre
si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...
- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas
desnudas: ¿por qué esa falta
de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en
el hotel Ibis, vi el
primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí
ganas de llorar.
- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en
buscar agua! Cuando veo
las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo
dentro un dolor tan
inmenso...
- ¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía,
murieron los animales,
caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi
madre murió.... ¡Ella lo
era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a
contarlas bien. Me
enseñó a ser yo mismo.
- ¿Qué pasó con su familia?
- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la
escuela. Casi cada día yo
caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me
dejó una cama para
dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su
casa... Entendí: mi
madre estaba ayudándome...
- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el
campamento el rally
París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de
la mochila. Lo recogí
y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El
Principito.Y yo me
prometí que un día sería capaz de leerlo...
- Y lo logró.
- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en
Francia.
- ¡Un tuareg en la universidad...!
- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de
camella... Y el fuego de leña.
Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las
estrellas: allí las miramos
cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como
es distinta cada
cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.
- Sí.... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En
Francia se pasan la
vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco,
y hay ansia de
poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay
atascos, ¿y sabe por qué?
¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
- Reláteme un momento de felicidad intensa en su
lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol:
baja el calor, y el
frío no ha llegado, y hombres y animales regresan
lentamente al campamento y
sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo,
amarillo, verde...
- Fascinante, desde luego...
- Es un momento mágico... Entramos todos en la
tienda y hervimos té.
Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La
calma nos invade a todos:
los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del
hervor...
- Qué paz...
- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.
jueves, 01 de febrero de 2007